jueves, 14 de noviembre de 2013

Querernos. Encontrar nuestro camino.

Con frecuencia escucho y veo personas que hacen o dicen una cosa, cuando realmente querrían hacer otra. Por ejemplo, hace poco alguien me explicaba que cuando llegaba al trabajo procuraba aplicarse al máximo, trabajar mas horas de las que debía y ceder frente a sus jefes para que estuvieran contentos. Y él se sentía triste, porque en el fondo no le gustaba nada lo que hacía, pero lo hacía… 

No sólo veo que esto ocurre a mi alrededor, también a veces a mi me pasa y siempre me pregunto, :¿ porque no haré lo que yo realmente quiero?,¿ A quién va afectar si lo hago? ¿Alguien me va a decir algo?...y sobre todo, me enfado conmigo misma porque sé que cedo a mis deseos. Posiblemente en la raíz de esta incoherencia a la hora de hacer, están todos aquellos mensajes que hemos escuchado mil veces de pequeños : debes hacer esto, lo correcto es aquello, ten cuidado si tomas esta decisión, pero si haces esto que dirán los demás….y así un montón de frases que te alertan e intimidan, y al final te dicen no hagas lo que tu querrías, haz lo que agrade a los demás, lo más “correcto”.

¿A quién somos fieles?, porque a nosotros, esta claro que no . Todo ello conlleva, quizá , que otros estén contentos con nosotros, incluso orgullosos, pero¿ y nosotros?, estamos bien , nos sentimos plenos y contentos con nosotros mismo, púes no….con el tiempo nos sentimos atrapados, tristes, desmotivados y nos preguntamos porqué. Sólo cuando llegamos a la conclusión de que llevamos tiempo actuando por la vida según como los demás creemos que quieren, es cuando decimos ¡Vale!, ahora sólo tengo que actuar como yo quiero. 

Pero, y ahora viene lo más duro, a veces, ya que no a todo el mundo le pasa, nos deprimimos, porque NO SABEMOS QUE CAMINO ES EL NUESTRO, EL QUE QUEREMOS COGER, tenemos miedo, inseguridad, dudas, todo ello herencia del pasado. Después del tiempo que a veces cuesta saber porque estamos tan desanimados, no sabemos actuar…. 

Tras tantos años haciendo lo correcto, y tan poco tiempo siendo fieles a nosotros, es sólo cuestión de calma, paciencia y aprendizaje. Nos dará miedo, sí, pero si hacemos pequeños cambios, como decir lo que sentimos, aunque no guste, hacer lo que creamos, aunque disguste o puede no sea lo correcto, nos llevará poco a poco a nuestro camino y sobre todo a nuestra felicidad. 

Ánimo, el camino estará lleno de altibajos, pero valdrá la pena. 

"Cada uno de nosotros está en la tierra para descubrir su propio camino, y jamás seremos felices si seguimos el de otro". James van Praagh 



Georgina Trillas
Psicóloga

Superar la dependencia afectiva



Una de las demandas más frecuentes en consulta es la relacionada con las dependencias afectivas. La dependencia emocional tiene síntomas diversos, como por ejemplo los celos, las obsesiones con la pareja, el miedo al abandono o la soledad. También pueden manifestarse los síntomas de la dependencia a través de Depresiones reactivas, lo que a veces hace difícil el diagnóstico, ya que dicha depresión está encubriendo un caso de dependencia emocional.
La dependencia emocional es un trastorno de la personalidad, por lo que suele tener un patrón crónico. El trastorno de personalidad dependiente generalmente comienza en la infancia y sus causas no son conocidas. Es un trastorno común tanto en hombres como en mujeres, aunque los estudios indican una mayor afectación en las mujeres. Las personas que sufren este trastornos no confían en si mismas a la hora de tomar decisiones y tal es su miedo a quedarse solas o perder a la persona que aman, que pueden llegar incluso a sufrir maltrato físico y/o psíquico, con el objeto de conservar a la pareja.
Algunos de los signos que nos indican que este patrón de personalidad se está dando son por ejemplo:
• Evitar la responsabilidad personal
• Sentirse fácilmente lastimado por la crítica o la desaprobación
• Enfocarse demasiado en los miedos de ser abandonado
• Pasividad en las relaciones interpersonales
• Dificultad para tomar decisiones sin el apoyo de otros
• Tener problemas para expresar desacuerdos con otros
• Celos, debidos al miedo al abandono
• Ira por no obtener el reconocimiento que la persona dependiente busca
Para superar la dependencia afectiva lo primero que debemos hacer es reconocer y aceptar nuestra dependencia. Una vez hecho esto, que es una paso fundamental para poder caminar hacia una recuperación, la terapia se centrará en desaprender los patrones de la dependencia, para sustituirlos por patrones de relación afectivos más saludables. Conseguir una relación sana será un camino largo y con dificultades, ya la conducta dependiente es un patrón muy arraigado, fruto de las carencias que vamos arrastrando. Con paciencia, se trabajará sobre aspectos vitales para la mejora, haciéndonos cada vez más responsables de nuestra vida. Algunos de estos aspectos son:
• Fortalecer la autoestima
• Canalizar la ira reprimida
• Eliminar la culpa
• Confrontar el miedo para así eliminarlo
Poco a poco nos sentiremos más fuertes, más libres y más responsables de nosotros mismos, logrando con ello ser más felices.
Georgina Trillas (Psicóloga y Homeópata)

martes, 12 de noviembre de 2013

Hipertensión y Personalidad

La hipertensión arterial constituye el principal factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares (la principal causa de muerte en nuestro país). Esta presente en un porcentaje importante de la población española adulta y aunque existen intervenciones terapéuticas eficaces para combatir la hipertensión, como puede ser la modificación de los hábitos de alimentación, el ejercicio físico regular, los fármacos, etc, muchos pacientes con hipertensión no consiguen alcanzar una presión arterial normal.

La psicología nos puede ayudar a explica el porqué, algunas personas no consiguen normalizar su tensión y así, desarrollar terapias que lo eviten.

Algunos casos de hipertensión arterial pueden estar relacionados con el estrés y con nuestra personalidad.

En cuanto a la personalidad, se ha indicado con frecuencia la existencia de una tensión interpersonal entres los impulsos agresivos y los sentimientos de dependencia. Es decir, existe un lucha entre el deseo de expresar nuestro enfado (ya sea rabia, ira u otra emoción negativa), y el miedo a que los demás se enojen o disgusten con nosotros por hacerlo.

Las personas con un comportamiento social excesivamente adaptado, orientado a alcanzar el máximo rendimiento, y con tendencia a evitar conflictos, conteniendo las pasiones positivas y negativas, son más propensa a padecer Hipertensión y también a mantenerla. Estas personas cuando sufren de estrés, suelen desencadenar Hipertensión, debido a la dificultad de liberar la tensión. Si a esto le sumamos malos hábitos alimenticios, el tabaco, etc, las posibilidades aumentan.

Los estudios también indican, que la limitada percepción de los conflictos o del estrés , también, están relacionados con la aparición de la hipertensión

Este tipo de personalidades suele caracterizarse por tener familias en las que hay cierta prohibición (explícita o no) a hablar o comunicarse, aumentando actividades de recepción, observación, control y contención, mientras que la entrega, participación y confianza aparecen poco.

Modificar aspectos de la personalidad nunca es tarea fácil, pero podemos aprender a ser más expresivos y a tener más consciencia de lo que sentimos, demostrando las emociones sin tener miedo a las consecuencias. Esto nos evitará muchos problemas físicos y psíquicos.

Georgina Trillas
Psicóloga

miércoles, 9 de octubre de 2013

Depresión y Estrés

La Característica principal del estado depresivo, es la anhedonia, es decir la incapacidad de sentir placer, la cual se manifiesta de forma sistemática en todos las personas que padecen depresión. Además de la anhedonia, existen otros síntomas característicos como son la falta de sueño, hambre, la incapacidad de enfrentarse a las tareas cotidianas y también el aumento de los glucocorticoides. Antes de abordar la relación entre estrés y depresión desde un plano psicológico, es importante tener en cuenta el papel de los neurotransmisores y las hormonas en los síntomas depresivos. Los dos neurotransmisores implicados en la depresión son la serotonina y noradrenalina. Los estudios indican que la escasez de noradrenalina en el cerebro de las personas deprimidas, implica esa incapacidad de hacer las cosas, además de regular la función motriz. También se ha observado que la secreción escasa de hormona tiroidea puede generar este estado depresivo.
En el caso de las depresiones relacionadas con el post-parto, menstruación o menopausia, las hormonas implicadas serían los estrógenos y la progesterona. Es decir, algunas de las causas de la depresión son debidas a problemas físicos, relacionados con la genética, neurotransmisores, hormonas, et. Pero que ocurre a nivel psicológico!.

Aquí hay que hablar de un rasgo muy importante que es la indefensión aprendida y la relación con el estrés. Cuando nos sometemos a un grado de estrés suficientemente incontrolable, aprendemos a sentirnos indefensos, carecemos de la motivación de intentar vivir porque asumimos lo peor, nos falta claridad cognitiva para percibir cuando las cosas van bien y experimentamos una carencia de placer en todo lo que hacemos…es decir sufrimos de depresión. Según algunas escuelas la depresión sería la sobreexposición patológica a estrés psicológico, la perdida de control y salidas a la frustración que sentimos. También se dice que la depresión es una agresividad vuelta hacia dentro, es decir no decimos o hacemos aquello de deberíamos ante esa situación de estrés y esa represión se convierte en Depresión. Como se puede observar, las causas de una Depresión son variadas, muchos factores, físicos y psíquicos, influyen a la hora de tener síntomas de depresión.

Padecer un nivel de estrés alto es nocivo para la salud, no sólo porque reduce los niveles de noradrenalina, haciendo que nos sintamos melancólicos, también aumenta el riesgo de padecer depresión, más aún si somos vulnerables a ésta.
Si nos sentimos estresados y vemos que nuestro estado de ánimo se está viendo afectado, es importante tomemos medidas para reducirlo o si es necesario, pidamos ayuda para abordar el problema antes de que éste aumente.



Georgina Trillas
Psicóloga

lunes, 2 de septiembre de 2013

Volver de las vacaciones

La vuelta de las vacaciones no suele ser fácil para nadie. En la vacaciones intentamos romper con los horarios, rutinas…procuramos hacer aquello que nos apetece, ya sea viajar, leer, tomar el sol, pasear, es decir, aquellas actividades que normalmente por el estrés diario no podemos hacer. Esta claro, que esos momentos son estupendos, ya que nos sentimos “libres” por unos días, pero como bien se dice, todo lo bueno dura poco, y cuando debemos volver a nuestras rutinas habituales, a veces nuestro estado de ánimo se ve afectado.

Días antes de volver, comenzamos a sentirnos nerviosos, irritables, tristes, nos cuesta dormir, incluso se puede llegar a sentir ansiedad en algunos casos, pero sobre todo, y suele ser lo más generalizado, la sensación es de agobio. De estar alegres y tranquilos, podemos pasar a estar huraños y nerviosos y son estas sensaciones, las que dan nombre  al llamado Síndrome Postvacacional.

La intensidad de estas sensaciones puede variar según el grado de satisfacción que tengamos con nuestra vida. Si volver supone enfrentarse con los problemas que ya dejamos antes de irnos, lógicamente está vuelta se hará aún más complicada. Son varias las personas que  suelen pedir ayuda tras un periodo de descanso, ya que, tener tiempo para nosotros, ayuda a reflexionar  e intentar tomas algunas decisiones.

Incluso, cuando en nuestras vidas hay situaciones difíciles de soportar y a las cuales no  nos estamos enfrentando, nuestro cuerpo aprovecha los periodos de descanso para liberar el estrés, produciéndonos ansiedad. De ahí, que  también sean habituales las consultas en las que las personas se preguntan, ¿porque no podía dormir en vacaciones? , o porque he estado mareado?...

Probablemente lo más adecuado y en un mundo ideal, sería que durante el año pudiéramos tener varios espacios de reflexión, que nos permitieran descansar y estar tranquilos, pero como dicha situación normalmente no es posible, es importante que aunque tengamos poco tiempo, nos busquemos un espacio personal  durante el día, donde poder “recargar pilas” o sencillamente descansar y respirar de forma correcta y profunda, para así no ir acumulando la tensión durante el año y reducir los síntomas de estrés postvacacional.

 

 

 

jueves, 2 de mayo de 2013

Estrés y problemas del sistema reproductor masculino

Desde hace unos años la dificultad para tener hijos de forma natural está aumentando de forma importante. La vida sedentaria, los malos hábitos alimenticios, la postergación de la paternidad, son sólo algunas de las causas. Por ello, las parejas, al no poder concebir, se adentran en el mundo de los tratamientos de fertilidad.

Evidentemente son diversas las causas que hacen difícil o incluso imposible la paternidad, a veces estas causas son puramente físicas, pero en otras ocasiones, la razón está más relacionada con la psique, con nuestra forma de vida y con nuestro nivel de ESTRÉS.
Al adentrarnos en la relación entre fecundidad masculina y estrés, lo primero que debemos preguntarnos es: ¿como funciona el sistema reproductor masculino? El cerebro masculino libera una hormona llamada LRHH (hormona liberadora de hormona luteinizante), que estimula la pituitaria para que se libere la LH (hormona luteinizante) y la FSH (hormona estimulante de los folículos), esta a su vez estimula a los testículos para que segreguen la testosterona y se active la producción de esperma.
El mecanismo está claro, el problema es cuando tenemos estrés, ya que ésta situación inhibe todo el sistema. El estrés disminuye la concentración de LRHH así como la LH y la FSH y por lo tanto disminuye el nivel de testosterona en sangre, haciendo difícil o imposible la  fecundidad.
Las heridas, el hambre, las enfermedades, el estrés psicológico…disminuyen también el nivel de testosterona.

En cuanto a la relación entre erección-estrés, hay que tener en cuenta que para que se de una erección, tiene que activarse el Sistema Nervioso Parasimpático (activa la secreción de riego sanguíneo en el pene, bloqueando la vía de salida de la sangre por las venas).
Pero, si estamos en una situación de nerviosismo  o ansiedad no se puede establecer la vía parasimpático, causando problemas de erección,  produciéndose así la impotencia.
Imaginemos que alguien se lo pasa muy bien controlando, controlando con el parasimpático el pene y de repente se pone nervioso o preocupado, zas!!, cambia del parasimpático al simpático de forma rápida y tenemos: la eyaculación precoz.

 Como vemos, los problemas de impotencia o eyaculación son frecuentemente debidos al estrés, de ahí que es importante mirar el tipo de vida que estamos llevando e intentar hacer cambios en nuestra rutina, favoreciendo así la fecundidad natural, la mejora de nuestras relaciones sexuales y nuestra salud general.

Georgina Trillas
Psicóloga especialista en enfermedades psicosomáticas

 

 

¿ Tengo una enfermedad psicosomática ?

Puede que muchos de vosotros os hayáis hecho alguna vez esta pregunta y espero que con la información que os daré a continuación, se aclaren algunas dudas.

 Lo primero que debemos saber es qué son los síntomas somáticos. Los síntomas somáticos son aquellos que corresponden a situaciones en las que el cuerpo asume y carga con un malestar de origen emocional. Cuando el malestar emocional no puede ser reconocido o expresado aparece una disfunción de tipo biológico, que en su proceso evolutivo ha perdido el contacto y la conciencia con el dolor mental correspondiente.
Por ejemplo, algo que nos ocurre de forma común es no demostrar nuestro enfado o malestar con alguien, esta represión de nuestras emociones nos  puede llevar a tener dolores de estómago, la tensión alta, etc.

 A la hora de explicar cómo se produce la enfermedad psicosomática, nos guiaremos por el  Síndrome de Adaptación al Estrés, que es el modelo explicativo de la enfermedad psicosomática más importante.
Como ya nos podemos imaginar, el estrés es una reacción muy compleja ante factores que producen tensión y que pueden ser específicos o inespecíficos para cada individuo. Estos estresores pueden ser físicos (tóxicos, fiebre…), psicológicos (experiencias traumáticas, ansiedad…) o ambientales (ruido, contaminación…).

 El Síndrome de Adaptación al Estrés, se divide en tres partes: Por un lado tenemos la fase de shock o reacción de alarma.  Esta fase se activa cuando nos encontramos ante un problema, y ya desde el inicio suelen haber cambios físicos, como por ejemplo el aumento de la presión arterial, hipomanía muscular… Cuando superamos esta primera fase y lo que considerábamos un problema ya no existe, nuestro cuerpo reacciona de forma contraria, hipotensión e hipertensión muscular.
En cambio, cuando dicho problema continúa y nuestro cuerpo debe adaptarse a las nuevas condiciones, es cuando entramos en la fase de resistencia. Dicha fase requiere que nuestro cuerpo deba soportar una mayor exigencia de rendimiento, que sólo podremos mantener durante un tiempo.

 Si dicha situación persiste en el tiempo, nuestras reservas se agotarán, es decir entraremos en la fase de agotamiento, y es cuando aparecen las enfermedades llamadas de adaptación, en la que están la mayor parte de las enfermedades psicosomáticas.

Cuando la respuesta de estrés provoca una activación fisiológica excesiva (lo cual ocurre en la fase de agotamiento), puede hacer que los órganos diana afectados se desgasten demasiado, sin que puedan recuperarse, produciendo un agotamiento de los recursos y comiencen a aparecer los trastornos psicofisiológicos, como el dolor de cabeza, asma, úlceras… Este trastorno puede deteriorar sólo a un órgano o puede afectar a varios.

Como vemos el estrés no es positivo en nuestro organismo, de ahí la importancia de saber detectarlo a tiempo y poner remedio con acciones que ayuden a relajarnos y sobre todo, encarar los problemas de formas mas positivas.

 
Georgina Trillas
Psicóloga col.10092

 

lunes, 29 de abril de 2013

Querernos, encontrar nuestro camino

Con frecuencia escucho y veo  personas que hacen o dicen una cosa, cuando realmente querrían hacer otra. Por ejemplo, hace poco alguien me explicaba que cuando llegaba al trabajo procuraba aplicarse al máximo, trabajar mas horas de las que debía y ceder frente a sus jefes para que estuvieran contestos. Y él se sentía triste, porque en el fondo no le gustaba nada lo que hacía, pero lo hacía…  

No sólo veo que esto ocurre a mi alrededor, también a veces a mi me pasa y siempre me pregunto, :¿ porque no haré lo que yo realmente quiero?,¿ A quién va afectar si lo hago? ¿Alguien me va a decir algo?...y sobre todo, me enfado conmigo misma porque sé que cedo a mis deseos.  Posiblemente en la raíz de esta incoherencia a la hora de hacer, están todos aquellos mensajes que hemos escuchado mil veces de pequeños  : debes hacer esto, lo correcto es aquello, ten cuidado si tomas esta decisión, pero si haces esto que dirán los demás….y así un montón de frases que te alertan e intimidan, y al final te dicen no hagas lo que tu querrías, haz lo que agrade a los demás, lo más “correcto”.

¿A quién somos fieles?, porque a nosotros, esta claro que no . Todo ello conlleva, quizá , que otros estén contentos con nosotros, incluso orgullosos, pero¿ y nosotros?, estamos bien , nos sentimos plenos y contentos con nosotros mismo, púes no….con el tiempo nos sentimos atrapados, tristes, desmotivados y nos preguntamos porqué.

Sólo cuando llegamos a la conclusión de que llevamos tiempo actuando por la vida según como los demás creemos que quieren, es cuando decimos ¡Vale!, ahora sólo tengo que actuar como yo quiero.  Pero, y ahora viene lo más duro, a veces, ya que no a todo el mundo le pasa, nos deprimimos, porque  NO SABEMOS QUE CAMINO ES EL NUESTRO, EL QUE QUEREMOS COGER, tenemos miedo, inseguridad, dudas, todo ello herencia del pasado. Después del tiempo que a veces cuesta saber porque estamos tan desanimados, no sabemos actuar….

Tras tantos años haciendo lo correcto, y tan poco tiempo siendo fieles a nosotros, es sólo cuestión de calma, paciencia y aprendizaje. Nos dará miedo, sí, pero si hacemos pequeños cambios, como decir lo que sentimos, aunque no guste, hacer lo que creamos, aunque disguste o puede no sea lo correcto, nos llevará poco a poco a nuestro camino y sobre todo a nuestra felicidad.

Ánimo, el camino estará lleno de altibajos, pero valdrá la pena.

Cada uno de nosotros está en la tierra para descubrir su propio camino, y jamás seremos felices si seguimos el de otro. James van Praagh



Georgina Trillas

Psicóloga

lunes, 22 de abril de 2013

El Duelo. Perder algo que queremos

El Duelo es todo aquel proceso de adaptación emocional que sigue a una perdida. Cuando hablamos  de duelo, no sólo nos referimos a la muerte de una ser querido, también, a toda pérdida que nos cause dolor, como por ejemplo perder un trabajo, perder una pareja, etc.
Perder algo que queremos, valoramos o deseamos es siempre doloroso y tiene repercusiones físicas y psíquicas, ya que perder siempre supone un cambio, y la adaptación a los cambios, nunca es tarea fácil.
El Duelo consta de una serie de fases, a veces, las personas pasamos por todas esas fases y somos capaces de avanzar, adaptándonos al cambio que ha ocurrido. A veces, seguir hacia delante no es fácil y pese a que sabemos  y todo el mundo nos dice “tienes que seguir”,  “ la vida continua”…, no nos vemos con valor ni fuerza para hacerlo y es ahí, cuando uno debe pedir ayuda.
También hay que considerar muchos factores que pueden ayudar o no a la aceptación de una pérdida. Por ejemplo en caso de una muerte  es importante el parentesco con la persona fallecida, si ha pasado o no una enfermedad larga, nuestra espiritualidad, ideas religiosas, el grado de dependencia con la persona que hemos perdido, etc.
Como decía, el Duelo consta de unas fases y aunque a veces cueste reconocer en qué fase estamos, es importante hacerlo para poder seguir  y superar el dolor.
Las fases de las que consta un Duelo son las siguientes:
1. Fase de Negación. Esta fase aparece al poco de que se de la ruptura emocional y significa negarse a sí mismo o al entorno que la pérdida ha ocurrido. Es esta fase aún no nos creemos lo que ha ocurrido, creemos que todo ha sido un mal sueño y no queremos aceptar esa realidad.
2. Enojo/Rabia. Cuando superamos la negación es cuando comienza la rabia, el enfado por no haber podido evitar la pérdida. Nos enfadamos con el mundo, con nosotros, con los que nos rodean, buscamos culpable, responsables de lo que ha pasado.
3. Negociación. Intentamos llegar a un acuerdo para intentar superar el trauma, entendiendo los pros y contras de la pérdida.
4. Depresión. En esta fase es cuando sentimos que caemos, normalmente lloramos y es cuando más experimentamos la  tristeza y dolor por la pérdida.
5. Aceptación. Una vez pasado lo anterior, ya estamos asumiendo la pérdida. En esta fase ya hemos creado recursos para poder seguir con nuestra vida y aunque la pérdida existe y el dolor también, éste ya no nos impide avanzar.
Es importante añadir que ante una pérdida no siempre se cumplen todas estas fases, a veces sí, otras ocurren, pero no en ese orden. Lo importante es pasarlas, que ningún sentimiento quede bloqueado. A veces el Duelo puede durar semanas, a veces medio año hasta poder continuar con nuestras vidas. Cuando el dolor persiste durante un año o más, es cuando debemos pedir ayuda, ya que llegar a la etapa de aceptación es llegar a conseguir nuestra paz interior.
Georgina Trillas (Psicóloga y Homeópata)




miércoles, 3 de abril de 2013


El Duelo. Perder algo que queremos.

El Duelo es todo aquel proceso de adaptación emocional que sigue a una perdida. Cuando hablamos  de duelo, no sólo nos referimos a la muerte de una ser querido, también, a toda pérdida que nos cause dolor, como por ejemplo perder un trabajo, perder una pareja, etc.

Perder algo que queremos, valoramos o deseamos es siempre doloroso y tiene repercusiones físicas y psíquicas, ya que perder siempre supone un cambio, y la adaptación a los cambios, nunca es tarea fácil.

El Duelo consta de una serie de fases, a veces, las personas pasamos por todas esas fases y somos capaces de avanzar, adaptándonos al cambio que ha ocurrido. A veces, seguir hacia delante no es fácil y pese a que sabemos  y todo el mundo nos dice “tienes que seguir”,  “ la vida continua”…, no nos vemos con valor ni fuerza para hacerlo y es ahí, cuando uno debe pedir ayuda.
También hay que considerar muchos factores que pueden ayudar o no a la aceptación de una pérdida. Por ejemplo en caso de una muerte  es importante el parentesco con la persona fallecida, si ha pasado o no una enfermedad larga, nuestra espiritualidad, ideas religiosas, el grado de dependencia con la persona que hemos perdido, etc.

Como decía, el Duelo consta de unas fases y aunque a veces cueste reconocer en qué fase estamos, es importante hacerlo para poder seguir  y superar el dolor.
Las fases de las que consta un Duelo son las siguientes:
1. Fase de Negación. Esta fase aparece al poco de que se de la ruptura emocional y significa negarse a sí mismo o al entorno que la pérdida ha ocurrido. Es esta fase aún no nos creemos lo que ha ocurrido, creemos que todo ha sido un mal sueño y no queremos aceptar esa realidad.
2. Enojo/Rabia. Cuando superamos la negación es cuando comienza la rabia, el enfado por no haber podido evitar la pérdida. Nos enfadamos con el mundo, con nosotros, con los que nos rodean, buscamos culpable, responsables de lo que ha pasado.
3. Negociación. Intentamos llegar a un acuerdo para intentar superar el trauma, entendiendo los pros y contras de la pérdida.
4. Depresión. En esta fase es cuando sentimos que caemos, normalmente lloramos y es cuando más experimentamos la  tristeza y dolor por la pérdida.
5. Aceptación. Una vez pasado lo anterior, ya estamos asumiendo la pérdida. En esta fase ya hemos creado recursos para poder seguir con nuestra vida y aunque la pérdida existe y el dolor también, éste ya no nos impide avanzar.

Es importante añadir que ante una pérdida no siempre se cumplen todas estas fases, a veces sí, otras ocurren, pero no en ese orden. Lo importante es pasarlas, que ningún sentimiento quede bloqueado. A veces el Duelo puede durar semanas, a veces medio año hasta poder continuar con nuestras vidas. Cuando el dolor persiste durante un año o más, es cuando debemos pedir ayuda, ya que llegar a la etapa de aceptación es llegar a conseguir nuestra paz interior.

Georgina Trillas (Psicóloga y Homeópata)